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dos cuartos de papel escritos por recto y verso.
sin cambio de línea entre la fórmula de saludo y el inicio del texto.
cruz
La autora se lamenta con fray Francisco Fernández y Villegas por no estar juntos y le explica cuál es su estado de salud.
Para hacer uso de las imágenes es necesaria la autorización del Archivo Histórico Nacional.
Proceso de fe contra Manuela Ramos, alias Manuela Sánchez, alias Manuela de Santa Leocadia por alumbrada, deshonesta e imbuida en los errores de Molinos, abierto entre 1708 y 1711. Manuela Ramos nació en Novés (Toledo) en 1679 y fue educada en la doctrina católica, se declaró cristiana vieja y descendiente de cristianos viejos. A los once años se quedó huérfana de madre y se trasladó a la villa de Illescas (Toledo), donde comenzó a servir en un convento de religiosas de la Concepción Francisca. Pasados cinco años y tras el fallecimiento de su padre, su hermano la trasladó al convento de Santa Isabel de Toledo, donde aprendió a leer y escribir. Beata de Nuestra Señora del Carmen, desde 1700 hasta 1704 tuvo como confesor a fray Manuel de Santa Leocadia, religioso carmelita descalzo y residente en el convento de Toledo. En noviembre de 1704, Manuela se trasladó a Madrid por espacio de tres meses, huyendo del acoso y de las amenazas de un tal Francisco, carpintero, que pretendía casarse con ella. Durante su estancia en Madrid se hospedó en casa de Diego de las Cuevas y tuvo como confesor a fray Francisco Fernández de Villegas, religioso carmelita descalzo y prior de Valdemoro. En 1707 se casó en Toledo con Blas Martín Pingarrón.
Durante el proceso que la Inquisición abrió contra ella fue juzgada por los delitos de herejía, alumbramiento y deshonestidad. Concretamente, se la acusó entre otras cosas de: fingir visiones y revelaciones divinas, mantener relaciones prematrimoniales, y mantener una relación carnal ilícita con su confesor, fray Francisco Fernández de Villegas. En el proceso se incluyeron 48 cartas (PS6143-PS6191) que fueron utilizadas como prueba incriminatoria de los citados delitos. Las cartas aparecen cosidas y reunidas en un cuaderno adjunto al proceso. Dentro del cuaderno se distinguen claramente dos conjuntos epistolares: 18 cartas escritas por Blas Martín Pingarrón y dirigidas a fray Francisco Fernández de Villegas, y 28 cartas escritas por Manuela Ramos y dirigidas a fray Francisco Fernández de Villegas. Se incluye también una carta firmada por Diego del Amor, alias Diego de las Cuevas, y por Cristóbal de Alfaro (PS6164) a fray Francisco Fernández y Villegas, y copia de una carta escrita por Pedro Pablo Díez, boticario de Yepes, a Manuela Ramos (PS6178). Dentro del proceso todavía se mencionan dos cartas más que no aparecen en el cuaderno: una escrita por fray Francisco Salazar, religioso carmelita del convento de Valdemoro, y otra escrita por Manuela Ramos, ambas dirigidas a fray Francisco Fernández de Villegas.
Respecto a las cartas de Blas Martín Pingarrón, éste las reconoció como suyas y en su confesión al Santo Oficio explicó la razón que le llevó a escribirlas: Villegas iba con frecuencia a visitar a Manuela Ramos a Toledo y, en vista de las visiones y alucinaciones que sufría Manuela Ramos, le pidió a Blas Martín Pingarrón que le mantuviese informado del estado de su mujer mientras él se encontraba ausente. Por tanto, las cartas de Blas Martín Pingarrón "se reducían a decir [a Villegas] lo mucho que [a Manuela Ramos] la atormentaba el demonio y algunas visiones que había tenido" (f. 188r). La correspondencia entre Blas Martín Pingarrón y fray Francisco Fernández de Villegas se produjo aproximadamente entre 1706 y 1707 y su contenido se utilizó como prueba incriminatoria para demostrar que tanto Manuela como Villegas eran "ilusos, iludentes, hipócritas y fingidores de favores sobrenaturales" (f. 231r). En las cartas, Blas Martín Pingarrón solía firmar como "Baptista" y referirse a Manuela Ramos como "M" o como "Rosa".
Respecto a las cartas de Manuela Ramos, en su confesión al Santo Oficio ésta no las reconoció como suyas y alegó que fueron escritas por una tal María Basagutia, con quien había convivido la reo durante algún tiempo en Toledo. Durante el proceso, se demostró que esta afirmación era falsa y que en realidad las cartas pertenecían a la propia Manuela Ramos. Se la acusó de querer engañar al Tribunal con la letra: "[...] ni es menos digna de reflexión la mudanza y variedad de letras con que esta reo procura disimular (aunque infructuosamente) la suya propia que regularmente ha hecho y sabe hacer, pareciéndola que por este medio ha de dar algún cuerpo a la pertinaz negativa de las dichas sus cartas; pues siendo así que la letra de sus firmas, que tiene reconocidas por suyas propias en los papeles y delaciones que presentó en este Tribunal antes de venir presa a él, bastantemente airosa, y denota tener suelta la mano y usar de letra mayúscula en la inicial de dicha firma, luego que entró presa, sospechando el cargo que se le había de hacer e hizo de las dichas cartas, empezó a practicar la simulación referida en las firmas de sus audiencias, queriendo manifestar en ellas la torpeza y dificultad que tenía para escribir, ya en la pausa con que las firmaba y ya con la duda que expresaba de si sabría empezar dichas firmas con letra grande" (f. 557r-v). Estas sospechas, junto con la opinión de cuatro peritos caligráficos, demostraron la autoría de Manuela Ramos. La correspondencia entre Manuela Ramos y fray Francisco Fernández de Villegas se intercambió aproximadamente entre 1704 y 1706 y se utilizó como prueba incriminatoria para demostrar que la relación entre ambos no era sólo de amor espiritual, por varias razones: en primer lugar, por las cruces y ceros que acompañaban a muchas de esas cartas y que representaban besos y abrazos, por la forma cautelosa en que se escribían, ocultando muchas veces sus verdaderos nombres, y por último, por algunas de las fórmulas utilizadas (por ejemplo, "esposo de mi alma"). En las cartas Manuela Ramos solía firmar como "Manuela de Santa Leocadia" o como "Manuela Bautista".
En definitiva, el contenido de las cartas adjuntas al proceso se utilizó como prueba instrumental tanto para demostrar que la relación entre Manuela Ramos y fray Francisco Fernández de Villegas no reflejaba un amor “puramente espiritual, antes bien [...] dicho trato era de amor humano, sensible y muy cerca de sensual, si de hecho no lo era, y a lo menos muy peligroso y ocasionado a ruinas espirituales contra la honestidad” (f. 231r); como para acusar a Manuela Ramos y a fray Francisco Fernández de Villegas de ilusos y alumbrados.
En la sentencia del proceso contra Manuela Ramos se falló lo siguiente: que la reo perdiese la mitad de sus bienes; que saliese al cadalso en forma de penitente y con una vela de cera para abjurar públicamente de los errores y herejías de los que fue acusada; que fuese desterrada de la corte de Madrid y de las villas de Novés e Illescas con ocho leguas en contorno por espacio de cuatro años; que el primero de dichos años lo cumpliese en la cárcel, llevando públicamente encima de sus vestiduras el sambenito de un aspa.
Letter from Manuela Ramos, blessed of Our Lady of Mount Carmel, to Fray Francisco Fernández y Villegas, religious of Our Lady of Mount Carmel.
The author laments for Fray Francisco Fernandez y Villegas and herself not being together and explains him her state of health.
Following an accusation of alumbrados, dishonesty and having been imbued in the errors of Molinos, a process occurred between 1708 and 1711 against Manuela Ramos, alias Manuela Sánchez or Manuela de Santa Leocadia. Manuela Ramos was born in Novés (Toledo) in 1679 and had a Catholic upbringing. She declared herself Old Christian and a descendant of Old Christians. She lost her mother at age eleven and she moved to Illescas (Toledo) where she began to serve in a convent of the Concepción Francisca. After five years her father died and her brother had her transferred to Santa Isabel convent in Toledo where she learned to read and write. She was devoted to Our Lady of Mount Carmel and had as a confessor Fray Manuel de Santa Leocadia from 1700 to 1704, a Discalced Carmelite who also lived at the convent. In November 1704 Manuela moved to Madrid for three months in order to flee the harassment and threats of a carpenter named Francisco who wanted to marry her. During her time in Madrid, she stayed in Diego de las Cuevas´ house and had as her confessor Fray Francisco Fernández de Villegas, a Discalced Carmelite and Prior of Valdemoro. She married Blas Martín Pingarrón in Toledo in 1707.
During the Holy Office´s process against her, she was tried for heresy, alumbradismo and dishonesty. Specifically, she was accused of: faking visions and divine revelations; premarital relations; and an unlawful carnal knowledge with her confessor, Fray Francisco Fernández de Villegas. 48 letters (PS6143-PS6191) were provided to the process and used as incriminating evidences for the aforementioned crimes. The letters are sewn together in a notebook attached to the documentation of the process. Inside this notebook two epistolary collections can be distinguished: 18 letters written by Blas Martín Pingarrón and addressed to Fray Francisco Fernández de Villegas, and 28 letters written by Manuela Ramos and addressed to Fray Francisco Fernández de Villegas. There is also a letter signed by Diego del Amor, alias Diego de las Cuevas, and another one from Cristobal de Alfaro (PS6164) to Fray Francisco Fernández de Villegas. There is also a copy of a letter from Pedro Pablo Díez, an apothecary from Yepes, to Manuela Ramos (PS6178). Within the process, two other letters which do not appear in the notebook and addressed to Fray Francisco Fernández de Villegas are mentioned: one of them written by Fray Francisco Salazar, a Carmelite from Valdemoro convent, and another one written by Manuela Ramos.
Regarding Blas Martín Pingarrón’s letters, he admitted they were his and in his confession to the Holy Office he explained the reason why he had written them. Villegas frequently visited Manuela Ramos in Toledo because of her visions and hallucinations and asked to be informed about her in his absence. Therefore, the letters from Blas Martín Pingarrón were "basically to tell Villegas of how Manuela Ramos was being tormented by the devil and of her visions" (f. 188r). The correspondence between Blas Martín Pingarrón and Fray Francisco Fernández de Villegas took place approximately from 1706 to 1707 and its content was used as incriminating evidence to prove that either Manuela Ramos or Villegas were "deluded, deceiver, hypocrite and feigner of supernatural favours" (f. 231r). In the letters, Blas Martín Pingarrón used to sign as "Baptista" and refer to Manuela Ramos as "M" or as "Rosa".
Regarding Manuela Ramos’ letters, she did not admit to being their author in her confession to the Holy Office. Instead, she argued they were written by a María Basagutia, with whom the defendant had lived for a while in Toledo. During the process, this statement was proved to be false and it was also proved that the letters belonged to Manuela Ramos. She was accused of trying to deceive the Court by changing her handwriting: "[...] neither is less worthy of reflection the changing variety of handwriting which the defendant tries to deceive us with (although unsuccessfully) since she has proved many times this handwriting is hers. She may have thought that she could scape blame for being the author of the letters by deceiving this tribunal into thinking it was not her handwriting. Nevertheless, before she was arrested she recognised that the signatures on the documents and denouncements were hers. On these documents the capital letters found in the signatures indicate she writes with great agility. After she was imprisoned and being suspicious over the use of the letters as exhibits, she began to simulate different handwritings in the signatures of the hearings. She was trying to demonstrate clumsiness and difficulty either in the sluggishness she was signing on or the hesitation about whether or not would be able to begin with capital letters" (f. 557r-v)." These suspicions, together with the opinion of four handwriting experts, show that Manuela Ramos is the author. The correspondence between Manuela Ramos and Fray Francisco Fernández de Villegas was exchanged approximately from 1704 to 1706 and it was used as incriminating evidence to prove their relationship was not just spiritual. Some of the reasons to believe so were the following ones: there were crosses and zeros representing kisses and hugs in many of the letters; the cautious way they were writing, withholding their names and; lastly, some of the treatment formulas they employed (for instance: my soul´s husband). Manuela Ramos used to sign her letters as "Manuela de Santa Leocadia" or "Manuela Bautista".
Ultimately, the content of the letters filed in the process documentation were used as exhibit not only to prove that the relationship between Manuela Ramos and Fray Francisco Fernández de Villegas did not reflect "a spiritual love, on the contrary [...] it was human love, sensitive and very close to the sensuality, which probably was, and at least very dangerous and leading to spiritual ruin against honesty" (f. 231r); but also to accuse Manuela Ramos and Fray Francisco Fernández de Villegas of eluded and alumbrados.
In the trial sentence against Manuela Ramos the judgment was: the defendant should lose half of her properties; she should walk to the scaffold as a penitent, candle in hand, to publicly abjure of the errors and heresies she was accused of; she should be exiled for four years from the court of Madrid and eight leagues from the villages of Novés and Illescas; she should pass the first of those four years in prison, wearing the sanbenito, the garment of public humiliation, on her clothes.
stad
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