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Vicente de Cuéllar fue acusado en 1689 por la Santa Inquisición de alumbrado. Esta acusación se produjo a raíz de una audiencia que solicitó el presbítero Juan de Verdesoto Pinto como descargo de su conciencia, en la cual acusó a Vicente de realizar distintas proposiciones a las monjas del convento de las Bernardas de Cuenca así como de tener un comportamiento sospechoso que se alejaba de la doctrina católica. Juan de Verdesoto fue advertido de estos hechos por el racionero de la Iglesia de la ciudad de Cuenca, Francisco de la Cámara, quien había tenido algún contacto con el acusado e incluso había intercambiado algunos papeles con él hasta que se dio cuenta que éstos podrían ser considerados como contrarios a la autoridad eclesial y rompió su relación con Vicente, así como todos los papeles que había recibido de éste. Al mismo tiempo le llegaron noticias de que el acusado realizaba “platicas espirituales” con las monjas de dicho convento a través del torno. Por todo esto, avisó a Juan de Verdesoto, confesor de una de las monjas con las que Vicente se escribía asiduamente, María Josefa de la Puente, para que averiguase sobre el asunto. María Josefa de la Puente confesó a Juan todos los papeles que había recibido de Vicente en los que le comunicaba doctrina y se los entregó. Todos los papeles fueron aportados como prueba al proceso por Juan de Verdesoto. En el interrogatorio a María Josefa de la Puente esta afirmaba que todas las misivas pertenecían al mismo año, 1689, y que comenzó a recibirlos a raíz de una visita que el acusado realizó a su convento con motivo del jueves santo. Este intercambio epistolar no duró más de dos meses. También afirmaba que tenía otros papeles que quemó ante el miedo de que alguien los leyera en los que se hablaba, igualmente, de materia espiritual. También son interrogadas otras monjas del mismo convento con las que Vicente de Cuéllar intercambió algunas cartas que fueron, de la misma forma, aportadas al proceso, estas son Manuela de Barrios y Andrea de Villarreal. Finalmente, se realizó un interrogatorio a la abadesa del convento, María Ana de Otonel, que dice que el acusado era sordo y que por este motivo escribía tanto a las hermanas del convento para poderles hacer llegar sus consejos espirituales. Todas las monjas afirmaban, tanto en sus confesiones como a los distintos testigos que compadecen ante el Tribunal, que los escritos de Vicente de Cuéllar les ocasionaban ciertos escrúpulos e intranquilidad. El proceso original contiene más cartas, así como otros escritos de Vicente de Cuéllar, pero se ha realizado una selección para su transcripción pues el contenido de las mismas es muy similar. FALTA SABER SI EL ACUSADO FUE CONDENADO O NO.
Letter from Vicente de Cuéllar, a priest, to María Ana de Otonel, an abbess.
The author writes María Ana de Otonel to inform her about various matters. In particular, he tells her that, when he arrives to the convent, he wants to see María Josefa de la Puente first.
In 1689, Vicente de Cuéllar was accused of being an 'Alumbrado' by the Inquisition Tribunal, after a denounce made by the priest Juan de Verdesoto Pinto, who had accused him of making heretical propositions and of maintaining a suspect behaviour towards the nuns of the Bernardine convent in Cuenca. Juan de Verdesoto Pinto had been warned about this situation by a prebendary of the church of Cuenca, Francisco de la Cámara, who had known the accused and had had also a correspondence with him, which had ended when he had realised that the content of the letters could have been considered as contrary to the Catholic authorities. Afterwards, he had destroyed these letters. In the meanwhile, he received knowledge that the accused made 'spiritual talks' with the nuns of the convent through the turnstiles of their cells. He then told everything to Juan de Verdesoto, the confessor of one of the nuns who had frequent contacts with the accused, María Josefa de la Puente. Once asked about her relationship with Vicente de Cuéllar, María Josefa de la Puente confessed everything and gave Juan de Verdesoto all the letters he received from de accused, which were then joined to the proceedings. During the interrogatory, María Josefa de la Puente told that all the letters were from 1689, and that their correspondence had started after a visit the accused had made to the convent and had not lasted more than two months. She also related to have burned several letters, fearing that someone could read the spiritual propositions contained in them. There were other two nuns with whom Vicente de Cuéllar had maintained a correspondence, which was then joined to the proceedings: Manuela de Barrios and Andrea de Villarreal. Eventually, the abbess of the convent was interrogated, María Ana de Otonel, who stated that the accused was deaf, and that was the reason why he wrote so many letters to the nuns with spiritual advice. All the nuns declared, in any case, that the letters of Vicente de Cuéllar caused them qualms and unease.
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